Estos días estamos asistiendo a un fenómeno, focalizado sobre todo en EEUU, que está llamando la atención a economistas, sociólogos y estudiosos de todo el mundo, ante la posibilidad de que se extienda por todo el globo. Me refiero al abandono de sus puestos de trabajo de aproximadamente cuatro millones de personas al mes, el casi tres por ciento de su fuerza laboral, que está comprometiendo el despegue económico de la zona. Las causas que se aducen son variopintas: la pandemia, ahorros guardados por trabajadores por las ayudas recibidas, imposibilidad de gastarlos debido a confinamientos y reducción de oferta, agotamiento, etc., motivos que incuestionablemente tendrán su peso, pero a los que me gustaría añadirle otro.
El abandono pudiera ser una muestra del nivel de precariedad laboral alcanzada así como por la reducción en los salarios ofertados. La pandemia ha servido como coadyuvante para que los trabajadores se replanteen en que quieren emplear su tiempo, su vida en suma, máxime la magra recompensa obtenida. Hasta no hace muchos años, el trabajo era considerado como la actividad que te confería un estatus social, el medio por el que aportabas tu granito de arena al bienestar de la sociedad. Nuestros padres y abuelos, como saludo, lo normal era que te preguntaran que tal iba el trabajo, respirando aliviados cuando recibían noticias en positivo al respecto ya que eso era sinónimo de que te iba bien. Hoy, con los niveles salariales tan paupérrimos ya no es garantía de nada, llegando a acuñarse la expresión “trabajadores pobres”, lo que debería ser un oxímoron a erradicar.
El capital en su afán desmesurado de incrementar beneficios, cualidad inherente al capitalismo, tiende a reducir todos los gastos que considera superfluos, llegando en estos momentos a hacer justicia al famoso dicho “quitarle el chocolate del loro”. Por ejemplo, en estas fechas, todo lo que anteriormente eran dádivas incuestionables (aguinaldos, colación, cestas…) se ha reducido a su mínima expresión. Todo se fiscaliza (número de luces, el caudal de los grifos, la temperatura de la oficina) cosa que me parecería bien si lo que fuera indiscutible en este ahorro fuera el confort del trabajador, y no se tomaran decisiones solo con criterios economicistas. Y si estas menudencias se consideran cuestionables, imaginemos lo apetecible que es el reducir lo máximo posible los emolumentos percibidos por el trabajador en su empleo. Esta inercia esta abocando a muchos trabajadores a desempeñar su función simplemente para satisfacer sus necesidades más primarias, como una mera supervivencia, lo que provoca que la dignidad que te confería esa ocupación desaparezca, se minusvalore, abandonando el trabajo en cuanto te lo puedas permitir con la sensación de que no pierdes nada valioso.
Ese ciego sistema ha despojado el orgullo de ser clase trabajadora, ya que los beneficios de la ocupación (monetarios, estatus, dignidad…) se han visto reducidos a la mínima expresión. El trabajador se asemeja al tonto que no sabe qué hacer con su tiempo y que el vivo es quien tiene tiempo libre aunque se mantenga con lo mínimo (con los niveles salariales alcanzados el nivel de vida es bastante parejo entre los dos). Quizás la causa de todo este movimiento no sea simplemente incrementar los beneficios de la patronal (indudable), sino que también se persiga el arrebatar el orgullo de pertenencia a la clase trabajadora, cualidad necesaria para empezar a exigir tus derechos. Y no olvidemos que es el trabajador quien construye la sociedad y que si este falla, todo se desmorona. Así se ha podido observar en los primeros episodios de la pandemia, que si no hubiera sido por los trabajadores, la población en general se hubiera visto más afectada. Esto mismo valdría para descubrir los sentimientos de científicos, ingenieros o estudiosos de cualquier índole, que ven con estupor que cualquier patán con ínfulas puede tener más poder y más prestigio que ellos. Estamos creando una sociedad en la que el trabajo, el estudio, el esfuerzo no es la opción válida para desarrollarte. Eso es de pringados.
Los empresarios, parte fundamental de nuestro modelo económico, se quejan de que no tienen trabajadores para desarrollar sus empresas. Todavía debe de estar retumbándoles en las sienes las palabras de Biden, nada sospechoso de ser un revolucionario comunista y quizás advertido de las consecuencias ocultas para el sistema de la precariedad laboral, cuando les espetó su famoso “pay them more” (pagadles más).
Muchos se han cuestionado durante la pandemia las prioridades en la vida. Y tener un trabajo mal remunerado, estresante o poco gratificante no está en la lista. Interesante tema.
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Si, la pandemia ha sido el aldabonazo que ha puesto todo patas arriba, y el tema laboral uno de los campos más afectados. Gracias por comentar Paula, un afectuoso saludo.
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La ofensiva para eliminar a los sindicatos, lo que podía suponer una vía para reducir salarios, emprezó con Thatcher en Gran Bretaña y Reagan en EEUU y luego la tendencia siguió en Europa. De modo que los universitarios que habían hecho una carrera de 5 años, a veces de 7, en poco tiempo vieron sus salarios rebajados a niveles desconocidos. Y los trabajos no cualificados comenzaron a tener salarios de miseria. Así hemos vivido hasta ahora. Veremos si esa estrategia se sostiene porque las desigualdades tienen su límite y Biden tiene razón en eso.
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Lo que no puede ser es que una parte de la sociedad este quedándose atrás por estar infravalorado su esfuerzo. Entendamos que estamos todos en el mismo barco y este tipo de deriva tendrá repercusiones en todas las capas de la sociedad (demografía, pensiones, consumo, revueltas…). Gracias por la contribución y un cordial saludo.
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Completamente de acuerdo. Creo además que la pandemia es el golpe definitivo, no al sistema, pero si a como está planteado. Hecho en falta más conciencia del trabajador y no te niego que brindo cuando veo que algún sector alza la voz, ante el aborregamiento en el que se ha sumido la clase trabajadora de cualquier nivel. Trabajar era prioritario, pero trabajar con dignidad comienza a serlo desde hace unos años. Salud y un abrazo.
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Si,la pandemia, como bien señalas, esta cuestionando los valores que definían el sistema (consumo, aglomeraciones, perdida medio ambiental…), y puede marcar un punto de inflexión. Lo triste es que no sea por convencimiento sino por necesidad. Interesante el tema del aborregamiento, de esa perdida de conciencia y el asumir que no se puede hacer nada para cambiarlo. Quizá tantos años de adoctrinamiento y propaganda, hayan calado más de lo deseable. Un placer tu visita a esta tu casa, un abrazo Sabius
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MUY BUENO, FILÃSOFO, que cierto es todo lo que dices. FELICES FIESTAS
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Felices fiestas Miguel, un fuerte abrazo.
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Un submundo de… Me gusta
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