Al lado de donde vivo existen unos bares provistos de unas hermosas terrazas, que de tan acogedoras se atestan de gentes, haciendo que con ese abarrotamiento disminuya su comodidad. Quizás ese aglutinamiento provenga de la necesidad de compañía, el sentirte acompañado para combatir la soledad vital. Esos espacios destinados al recogimiento, a solario, se convierten en muchedumbre por la pulsión arriba comentada. Puedes tener al lado del establecimiento un banco encantador protegido por la más salvífica sombra, y permanecerá vacío mientras las terrazas atestadas de personal y ruido siguen llenas ¿Qué se ansía? ¿La consumición que apague la sed? ¿El escaparate que supone ese alarde de posibilidad? ¿O se minusvalora el barato banco, simplemente por eso, por su gratuidad? No han descubierto que lo que verdaderamente merece la pena, es gratis.
Por otro lado, cuando estas solo andando por un camino recóndito, buscando esos espacios en que la soledad hace aflorar tus pensamientos, con cada ser humano que te cruzas intercambias el hola mas amistoso que brota de tu interior, demostrando la alegría que sientes por no estar solo en el mundo, ese ente que te puede ayudar, acompañar, compartir los problemas de la existencia. Luego sigues tu camino, preguntándote por qué cuando te cruzas con tu congénere por la gran avenida de tu ciudad, no le diriges ni la mirada. Y qué decir de cuando estas solo mirando algún producto en un supermercado, estudiando sus características y precio con cara de interés, y poco a poco se te van acercando nuevos posibles compradores a tu alrededor, numerosas almas para ser partícipes de la ganga, ¿qué no hubiera ocurrido en el pasado en tiempos de hambruna al cazar un mamut?
Yo también lo vivo todos los fines de semana. Es curiosa esa educación y ese acompañamiento en el ¡hola! que cruzamos cuando andamos por el campo o la montaña con personas a las que no conocemos. Quizás el propio ambiente bucólico, nos permita sacar ese amable saludo frente a la frialdad de la vorágine de la ciudad, las terrazas o los súpermercados. Lo de cazar un mamut, prefiero ni pensarlo. Un abrazo.
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Si, la amabilidad parece inversamente proporcional a la cantidad de gente que te rodea. Lo del mamut me salio un remedo que pudiera inspirar un «tripa vacía, no cree en Dios» 😀 Un abrazo
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Muy buena reflexión , eres un filósofo. CuÃdate, un abrazo.
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