La obra de arte

Hace unos días pude disfrutar de una exposición de Vik Muniz, un artista brasileño de arte contemporáneo. Me llamo la atención una serie de fotografías que había realizado con basura como materia prima. Vista la obra desde la perspectiva y distancia adecuada aparecían a tus ojos maravillas que eras incapaz de apreciar cuando estabas cerca del cuadro.

Saturn devouring on of his sons, after Francisco de Goya

Todos esos desechos, todos esos materiales habían sido puestos ahí con intención, creando una obra de arte. Había sido necesaria la interactuación de alguien o algo inteligente. Me vino a la cabeza que matemáticamente, si todas esas piezas hubieran estado en un volquete gigantesco, vaciando ese recipiente infinidad de veces, ¿por qué no pudieran haber caído las piezas en esa forma determinada, creando esa obra de arte, por, digamos, casualidad? Lógicamente, debería caber  la posibilidad de que al caer se hubieran posicionado de esa manera determinada, ayudado por las infinitas oportunidades en un infinito tiempo.

De aquí a irnos a las magnitudes estelares solo tenemos un paso. ¿Es posible que la casualidad haya creado la mayor de todas las obras de arte, el sumun del entendimiento, que pudiera ser la organización espacial, los astros, y porque no la vida? ¿Es necesario el concierto de una suma inteligencia que disponga la situación exacta de todas las cosas? ¿O la gravedad y la combinación de todos los materiales regidos por los principios físicos y químicos, es suficiente en una infinidad de combinaciones producidas en miríadas temporales, para crear todo lo existente? ¿Es relevante para nosotros, como insignificantes criaturas que somos, que nos enredemos en descubrir ese remoto y arcano origen, esa disputa que a veces nos nubla nuestro entendimiento, impidiéndonos disfrutar de lo verdaderamente importante, la obra de arte?

Foto de Philippe Donn en Pexels