Qué maravillosos aquellos sencillos cuadernos unidos con una simple grapa en los cuales mucha gente de mi generación nos iniciamos en el maravilloso mundo de la lectura. Qué grandes ventanales se abrieron en nuestras vírgenes mentes a través de los cuales pudimos vislumbrar las grandes cualidades del ser humano y disfrutar del humor y picaresca que destilaban sus personajes. Unos, mediante la risa, te mostraban las luces y sombras de la sociedad que te rodeaba y otros, mediante la épica, te hacían vivir aventuras como si fueras tú el protagonista, enseñándote espacios y tiempos que nunca pensabas que hubieran existido.
Una de las actividades que nos obligaba esta afición fue el trueque de tebeos, necesario si querías tener material fresco con el que seguir ensanchando tu imaginación, ya que no disponíamos de dinero para comprarlos. Cuando te ibas quedando sin tebeos vírgenes, que no hubieran sido mancillados con la avidez de tus ojos, era la hora de contactar con otros chicos que tuvieran esta misma inclinación. Cogíamos los tebeos leídos en una bolsa de plástico y nos íbamos a casa de cualquier amigo a sustituirlos por otros que no hubieran sido hojeados por nuestras manos. Y no era una actividad baladí, ya que no solo conseguíamos material “nuevo”, sino que con ella aprendimos los fundamentos del comercio de tal manera que no hubiéramos ido a la zaga de cualquier rico fenicio.
Comprendimos que el valor de cada producto no dependía solo del coste impreso en la portada. Esto era solo un indicativo, que dependía de factores tales como la fecha de publicación o la editorial que lo publicaba. El estado de la pieza también era una cosa que sumaba o restaba valor al producto. La cantidad de páginas era una cosa muy a tener en cuenta, ya que no era menester el valorar igual las distintas horas de diversión que te garantizaba uno u otro. Pero entendíamos que lo que verdaderamente marcaba el valor de tu tebeo era el deseo que tenía tu oponente de hacerse con él. Por lo que desarrollamos habilidades que nos ayudaron a conseguir ventajosos tratos, como el no mostrar interés por piezas por las cuales hubieras dado tu mano derecha por conseguirlas o ensalzar la calidad de uno de tus tebeos para conseguir un buen canje por él o desembarazarte de esa anodina lectura.
Con que felicidad nos íbamos a casa con nuestro botín bajo el brazo, ese tesoro que nos iba a proporcionar horas de entretenimiento y gasolina para viajar a lugares insospechados.
Que grandes recuerdos nos has traído!! 🙂
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Siempre escarbando en el pasado te vienen a la mente situaciones que nos hacen esbozar una sonrisa…Gracias por comentar, nos leemos!!
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Sigo adorando los tebeos de Super López como lo más grande del cómic español. ¡Gracias por la entrada! ¡Nos leemos!
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jajaja Buenos ratos nos hicieron pasar todos estos personajes, Un cordial saludo!! Nos leemos!
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Todavía conservo un montón de ellos.
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cambiamos? jajaja…Un saludo Manuel
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