Hace pocos días ha muerto un niño guatemalteco de 8 años en la frontera entre Méjico y EEUU estando éste en custodia de los servicios de inmigración de los segundos, después de que en un hospital le diagnosticaran un “resfriado”. Hace un mes murió otra niña de 7 años de la misma nacionalidad, también bajo custodia de las mismas autoridades, pero en este caso de deshidratación. Los cientos de muertos adultos intentando cruzar la frontera solo merecen pequeñas líneas en medios comprometidos con los derechos humanos. En otros muchos, ni eso.
Aquí en Europa no andamos a la zaga. Últimamente los inmigrantes rescatados en el mediterráneo por barcos de pescadores u organizaciones humanitarias se hacinan en las cubiertas de dichos barcos sin que los gobiernos de turno den permiso para desembarcar en ningún puerto. Varios MILES de personas mueren ahogadas cada año al intentar llegar a Europa desde sus países de origen.
En 1963 Hannah Arendt acuñó en su libro “Eichmann en Jerusalén” el concepto de la “banalidad del mal”. Venía a explicar como Eichmann, cuyo papel fue vital en el traslado de judíos a los campos de exterminio para su asesinato, era una persona “normal”, sin unas determinadas actitudes monstruosas que pudieran llevarle a realizar estas acciones. Era un burócrata obedeciendo órdenes, acatando la ley del momento y a los jerarcas que la representaban. No se cuestionaba éticamente que sus actos estuvieran mal, y dentro de la vorágine del momento histórico estas actuaciones eran banales, llegando a caer en la indiferencia él y parte de la sociedad que le rodeaba.
Salvando las distancias, me gustaría llamar la atención sobre esa indiferencia que como sociedad nos deja ciegos ante la tragedia de la inmigración. Muchos políticos, arengados por una parte de la población, no tienen otra solución para la crisis que levantar muros y cerrar puertos y fronteras.
El primer mundo tiene que ser consciente de la necesidad de trabajar y a comprometer parte de su riqueza, para erradicar guerras, pobreza y la falta de futuro en los países de origen como única manera de frenar esta sangría.
Si no, nuestros descendientes nos juzgarán en un futuro y nos preguntarán mirándonos a los ojos, ¿cómo no fuimos capaces de hacer nada para evitarlo, votando incluso opciones que daban la espalda a esta problemática?, ¿dónde estaba la empatía con tus congéneres que debería definir al ser humano?
Cuantos mundos hay?
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Tienes razón. El uso de primer, segundo o tercer mundo tiene unas connotaciones condescendientes que deberíamos considerar. Seguro que existen acepciones mas apropiadas, Interesante también el origen de la expresión «primer mundo» con claras implicaciones políticas
https://es.wikipedia.org/wiki/Primer_mundo
Un saludo. Me ha encantado tu comentario
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