Cuando entramos a una habitación a oscuras, pulsamos un botón y se enciende la luz.
Ante tamaña obviedad propongo que nos paremos a pensar que implica esto. Cuantas generaciones de conocimiento y trabajo han tenido que pasar para que seamos capaces como civilización a ser capaces de ejecutar tamaña hazaña. Desde el descubrimiento y domesticación de la electricidad. Desde su producción y almacenamiento. Desde el desarrollo tecnológico que pueda desarrollar una simple bombilla o un interruptor. Y una vez que nos sintamos abrumados por todo el conocimiento necesario para este campo, pasemos a cualquier otra disciplina que nos parezca trivial (agua, textil, alimentación…) y hagamos el mismo ejercicio.
Esta reflexión nos servirá para valorar a nuestros ancestros y su herencia, y valoraremos todo lo que disfrutamos gracias a su trabajo no reconocido. Y ahondaremos en dos grandes virtudes del ser humano, agradecimiento y humildad.